Siempre me ha dado mucha pereza la frase “debes salir de tu zona de confort”. Se ha convertido en un lema que con frecuencia lleva a la frustración, la presión (social, profesional,…) o, incluso, a la angustia.
Creo que esa zona tiene muchos beneficios. Cuando estás relajado o relajada puedes pensar con mayor claridad. El rodearse de seguridad en el refugio que representa el confort nos ayuda a vivir con calma. Esta calma reduce el estrés y la presión, de modo que nuestro cuerpo –y mente– puede focalizarse en el proceso creativo, sin tener que pensar en todos los obstáculos que se encuentran por el camino. Respirar fondo nos oxigena y hace que todo fluya.
Pero ojo, tal vez mi experiencia no sea del todo coherente con esta reflexión. Empecé a dar clases en la universidad con 26 años, cuando nunca se me había pasado por la cabeza ser docente. Las piernas me temblaban antes de cada clase, el corazón se disparaba al entrar en el aula,… ¿Zona de confort? ¡Bah! Luego tuve cargos de mayor responsabilidad y me costó un burnout de manual. Al recuperarme seguí el camino. ¿Zona de confort? ¡Bah!
El ámbito académico nunca me había llamado especialmente la atención, pero, ¡bah! He terminado siendo doctora en educación y trabajando en la academia. Conferencias delante de decenas o cientos de personas, cuando siempre me ha costado hablar en público (¡os lo prometo!), en festivales de diseño, delante de profesionales muy top, conduciendo y gestionando entrevistas en un podcast, moderando mesas redondas, grabando delante de cámara,… ¿Zona de confort? ¡Bah!
Así pues, no tengo mucha credibilidad.
La última salida de la zona de confort me la propuso Pink Morro en el reto JIYU. Mediante una tirada de cartas, se te propone el reto de crear una pieza con unos colores, una técnica y un soporte definidos.
Mi tirada de cartas me ofrecía la oportunidad de trabajar con spray sobre un lienzo. Nunca había trabajado con ninguna de las dos cosas. El resultado final, como pieza, no me convence, así que ni os lo comparto. Sin embargo, el proceso de descubrimiento fue interesante. Me quedo con las texturas que surgieron al utilizar arroz como máscara, con una superposición de capas bastante random.
¿Zona de confort? ¡Siempre conmigo! Pero ojo, salir me ha forzado a descubrir mundos que se han convertido en mi casa y me han hecho ser quien soy ahora. No siempre he sabido gestionar los esfuerzos y he tenido dificultades para hacer que el proceso no fuese estresante, frustrante o angustioso. Visto con perspectiva, creo que no compensa.
Ahora bien, la experiencia ha hecho que mi zona de confort sea mayor. Se ha convertido en una parcela cada vez con más metros cuadrados, con plantas, silencio y respiración profunda.
Salir de la zona de confort, pues, me ha ayudado a ampliarla y poder disfrutarla cada vez más. Construir más espacio donde sentir comodidad.